Ejercicio XIII: Tormenta infinita

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Hay música que te lleva a pensar que perdiste la cabeza, te hace cuestionar tu existencia, te hace pensar si estás viva y, si lo estás, ¿en dónde? Porque no sabes de qué tamaño eres. Música que hace trizas el tiempo y te da la respuesta: nada existe.

(Todos los caminos llegan a Tabaquería)

Veo mis ojos de fuego en el espejo, veo la superficie de Júpiter: etérea, infinita, misteriosa.

Fantasma hirviente, gigante inaccesible, eres vida y eres muerte. Tormenta sin fin.

He encontrado un poquito de esa música en algunos lugares.

Tesoros para iniciados, pases de entrada a otras dimensiones. El Arcano XIII, la vida y la muerte.

Debes escuchar esto en soledad y en oscuridad. Túmbate en algún lado, con los ojos cerrados y disponte a ver el espectáculo que te va a dar tu mente. No te levantes, dedica estas horas a la guerra, al cosmos que vas a ver en tu cabeza.

Si superas el primero, tienes derecho a continuar. De lo contrario, insiste, ensaya, no te des por vencida, es una batalla. Y va a ganar la más fuerte. El Big Bang, la supernova viene en camino.

Conciertos completos para clavecín de Bach.

Sinfonía de las canciones tristes de Gorecki – Movimiento 3

Akhnaten, Funeral de Amenhotep, Philip Glass

Interstellar, Hans Zimmer

Y después de librar la batalla de la crisis existencial, renaces con Mishima, de Philip Glass.

Wagner

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12 meses ya de este cataclismo virulento que nos ha aprisionado en la celda del no vivir.

¿Cómo no iba a encontrar en Wagner todas las respuestas? Soy la definición de libro de una Romántica.

Mientras escuchaba Liebestod por milésima vez entendí el Romanticismo; todo lo que había leído y que habían tratado de enseñarme sobre el tema son misas letárgicas de academia, retórica infértil, tan estéril como nuestra vida sin tocarnos.

Carguero titánico nacido en los mares helados, obligas al sol a salir a tu paso

libras batallas con la muerte y la victoria de tu lado, guerrero invencible que subyuga al tiempo,

tus caballos de guerra pasan implacables sobre los que viven muertos.

Stream of consciousness sobre el amor y la belleza

He entendido, por fin, por qué Laila repite tanto, todo. Sucede que su cerebro infinito está computando sus datos, revisando de manera frenética pero eficiente, los archivos que han guardado sus ojos, sus oídos benditos que le permiten sorprenderse con Sansón y Dalila; descifrando las incógnitas de toda la historia de la humanidad. Su cerebro, con trillones de datos a su corta edad, es un pequeño tiburón infante de hambre insaciable, con los colmillos más afilados del océano. Sus intrigas filosas y soberbias no conocen de misericordia, atacan a matar con preguntas como: «Mamá ¿Por qué los planetas no chocan entre sí?» «Mamá, ¿por qué no quiero comer?»

Con una irreverencia ante las leyes del universo, que me hace sentir una cabeza hueca, juega con tu mente. No sabes si es sabia o traviesa. A veces se le ve como un ser ligero, viejo y amoroso, cuando dice cosas como: «Mamá, el cielo es azul porque es tu color favorito».

Nunca me gustaron los poemas de amor. Entendí que, hasta ahora, no había leído ningún poema de amor a la vida tan verdadero como eso que Laila me enseña, que es tan divino, que prueba, de manera irrefutable, que Dios existe. Me llena de amor darme cuenta de que inspiro en ella imágenes tan amorosas, poéticas, hermosas y elocuentes.

Alguien que reconoce la belleza debe ser alguien feliz. Es de esas almas tan bellas que salvan al mundo de la fealdad.

Después de todo, ¿Quiénes son los que llegan a las únicas verdades? Los músicos y los poetas, que nos miran amorosos desde la cima de la grandeza, esperando a que estemos listos para nacer a la belleza. Todo lo demás que tiene que ver con lo humano está penosamente aguardando su oportunidad de salir de la banca para tener la oportunidad de anotar un touch down en la conciencia de la trascendencia humana.

La pintura es muy fácil de amar; es un flechazo a primera vista, una pasión que embiste; son caballos salvajes desbocados; magos que galopan a través de ti, arcángeles nómadas de guerra, que tienen como misión angélica y eterna recolectar en lo infinito los pedazos de nuestros corazones rotos, soldarlos con oro, y así vivir eternamente en el Olimpo. Los caballos son los mensajeros de la esperanza, la vida, la fuerza vital, la belleza. Mi animal sagrado.

La pintura nos regala la alegría de la vida, el dolor, la muerte en vida, lo orgiástico, ¿Cuántas fantasías eróticas ya habíamos contemplado a los diez años? Sí, naturalezas muertas que se amontonaban estáticas en un Nirvana de lujuria, acogidas por un frutero de formas curvas, retornantes e infinitas.

Quien diga que el arte es aburrido, nunca ha vivido el placer pleno, no sabe lo que es el fuego, ni el agua, ni la tierra, ni el aire, ni la sangre y nunca sentirá el placer eterno de lo sagrado, el de la belleza.

¡Sálvalos, Dios, seas el del amor, el de la culpa, el guerrero o el del vino!

Akhnaten, introducción

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Increíblemente, antes de mayo de 2020 no había escuchado Akhnaten. Atribuyo tal desgracia a que estuve embelesada con Einstein on the Beach durante muchos años, porque, verán, la música es celosa; hay que dedicarle tiempo, atención, estudio, frustración, orgasmos, tiempo y más tiempo. La música exige curiosidad por parte del escuchante, pero, sobre todo, fidelidad. Así que, tenía saturada las gavetas con Wagner, con el mismo Philip Glass, con Diana Damrau, con Jonas Kaufmann, que en su momento se abrieron paso a codazos a través de Joan Sutherland, Pavarotti, María Callas, Friederich Wünderlich, Lucia Popp, Tannhäuser, Tristán e Isolda; que un buen día dejó en un rinconcito iluminado y ventilado a las Suites para chelo, de Bach, la Tocatta y Fuga, los conciertos para violín de Vivaldi, las cantatas, Don Giovanni, Carmen y a la Flauta Mágica. Tengo una vitrina llena música, es infinita, atemporal, pero a cambio, la música pide la total rendición de nuestra voluntad. No se puede hacer nada al respecto. Somos títeres inmersos en la fantasía de Tchaikovsky, la épica de Wagner, el drama de Beethoven. Nunca derrotados, porque la música es muy generosa: siempre salimos triunfantes de esta relación codependiente, con sangre nueva, con emociones inéditas, incluso, a veces un poco más sabios.

Así que, mayo de 2020, la magnífica producción del Met anuncia Akhnaten en transmisión gratuita para que se nos olvide un ratito el coronavirus y llegan a la batalla con artillería pesada. Habían estrenado Akhnaten en noviembre de 2019 y había sido un éxito arrollador.

Overtura: Indescriptible. Como siempre, tanto en lo visual como en la música, comienza la ópera y nos deja instantáneamente perplejos, absortos con las imágenes, desconcertados, como suele hacerlo Philip Glass. En este momento de incertidumbre comienza la emoción y la música in crescendo, empieza el Funeral de Amenhotep, y se dibuja la silueta de un gigante al fondo, nada más y nada menos que el fantasma de Amenhotep asistiendo a su funeral, volando como ave sagrada al reino infinito. Zachary James es imponente, nació para el papel, su voz es profunda, poderosa; su presencia, lo mismo.

Hoy, a 5 meses de haber escuchado esta genialidad, apenas estoy digiriendo la overtura y el Funeral. Phelim McDermott creó una obra de arte, la sincronía, los malabaristas, la coreografía, la simetría, los símbolos, el vestuario. En cuanto a la música, los arreglos de esta puesta son espectaculares, tiene toques progresivos, electrónicos; las percusiones le dan un aire tribal que desencaja por completo con el tono imperial que le dan los metales. Philip Glass nos llena la mente de paradojas que lleva tiempo desenredar. Las voces del sacerdote, los barítonos y bajos, los coros, las voces femeninas que están, en esta parte de la obra, tímidas, observantes. Los versos, la incesante repetición del rito… es una obra magna, imposible.

Los dejo indigestos de adjetivos, de divagaciones, de emoción y de vísceras. Vamos a pensar más en esta delicia que causa sobredosis. Así que, dejo descansar a mis entrañas por un rato, y luego les sigo contando. Ojalá algo más articulado.

Días de escuela

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Extraño mis días en la Facultad. Recuerdo que el primer día que pise la Facultad de Filosofía y Letras, ya como alumna de la carrera, me sentí muy emocionada. Me entusiasmaba todo lo que iba a aprender, los maestros, los compañeros. Llegué al salón y no éramos más de diez. Ahí estaban los que serían mis compañeros de escuela; mis amigos y hermanos temporales: Rodrigo, Nidia y Katsumi. Era la clase de la maestra Emilia, la mejor maestra de inglés que he tenido en mi vida y vaya que he tenido algunas cuantas. Me encantaba ser alumna de esa facultad a la que desde niña había ido de manera regular; esa escuela que a la que asistieron mis tíos, en la que trabajó mi mamá. Esa escuela que tan alta opinión le merecía a mi abuelito. Entrar a la Facultad era entrar en una categoría superior. Así decía él, un hombre al que le gustaba leer y que se sentía fascinado por la gente culta-ojalá hubiera conocido a mi esposo. El día que le dije que había entrado a Letras inglesas se puso muy contento. Subí un nivel en su escala de respeto y para mí fue un alivio tener un poco más de su aprobación. Era un hombre duro, con una alegría por la vida contagiosa, pero siempre pidiéndole más, siempre insatisfecho.

Tuve maestros entrañables en la Facultad. Ellos me enseñaron a pensar, a leer y a escribir; me sacaron de mi analfabetismo literario. Emilia me enseñó a escribir. Colin me enseñó a escuchar la poesía. Agustín me mostró otros mundos y me dijo que estaba bien disfrutarlos. Noemí me enseñó que a veces el mayor esfuerzo no es suficiente, que el mundo es cruel, incrédulo, duro. De Alfredo aprendí que para ser maestro no basta ser un experto en el tema, hay que tener vocación (la cual él no tenía.) Mario me enseñó que no todos caerán fascinados por mis encantos. En fin, todos me enseñaron algo a su manera.

Siempre fui estudiante y trabajadora. Entraba a trabajar a las siete de la mañana, salía a las tres y entraba a la escuela a las cuatro. Salía a las ocho, hambrienta, cansada y sin ganas de leer, por lo que, francamente, terminar ha sido una de las proezas de mi vida. Como no tenía carro al principio, todo esto lo hacía trasladándome en peseros y micros. Tiempo después mi mamá me compró un coche y ya podía andar feliz de un lado a otro. Salía de trabajar, llegaba apresurada a la Facultad, me cambiaba en el coche, porque, ¡cómo iba yo a entrar a la escuela con ropa de oficina! (algunas veces lo tuve que hacer. Esos recuerdos parecen tan frescos, pero ya tienen 15 años. Recuerdo el olor de la Facultad, ése que le disgusta tanto a mi mamá; olor a viejo, a polvo, a libros, a cigarro. Recuerdo cómo caminaba siempre a prisa por los pasillos y llegaba al salón, casi siempre ya lleno, con mis antologías en la mano.

Estudié letras inglesas porque me gustaba la poesía y el inglés. La decisión fue en parte pragmática, ya que consideré que especializarme en el idioma me daría alguna oportunidad laboral. Llegué a la carrera sin saber nada, con un muy reducido acervo literario en mi haber. En la universidad me enseñaron a leer, y a leer un texto de manera crítica, a hacer un análisis literario, cosa que se me dio muy naturalmente y que, poco después me di cuenta, era una habilidad poco común entre la gente fuera de la Facultad.

Extraño caminar por el campus viendo las jacarandas en primavera, la gente reunida haciendo las locuras habituales como sus ensayos de arte dramático, sus prácticas de escalada, fumando mota con tal descaro que parece candidez. Viendo las caras de los de nuevo ingreso y sonriendo por pensar en todo lo que les espera. Qué tesoro es la vida cuando una es estudiante, si tan sólo lo hubiera sabido entonces.

Elamor.2

Hace 6 semanas nació mi segunda hija. Se llama Laila, un hermoso nombre que es sagrado para los musulmanes. Me explicaba nuestro nuevo amigo, Babou, que es uno de los nombres de Dios. Eso me dijo en su escasísimo español que a duras penas entendí. Laila es una niña preciosa,  es de piel muy blanca, como la mía, que contrasta con su cabello oscuro, como el mío. Yo vi a Laila por primera vez mucho después de que nació. Las políticas del hospital público me privaron de conocerla por dos días. Cuando la vi por primera vez estaba dormida en el cunero y la prepararon para dármela y que la pudiera alimentar. Apenas van seis semanas de eso y a mí me parece que ya pasó mucho tiempo. Con Laila tengo la sensación de que la conozco desde hace mucho.  Tiene cierta paz que no pudo explicar, se ve tranquila, sabia, risueña. Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en ella es su mirada profunda y cómo siempre está sonriendo, lo platicadora que es. Nació con los ojitos color mercurio, un gris claro y brillante, sólido e intenso. Ése es mi primer recuerdo de Laila, el que nunca olvidaré: su mirada enigmática.

Cuando sólo tenía a Sofi me intrigaba mucho cómo sería tener dos hijos, cómo sería posible amar tan profundamente a dos personitas. No lo concebía. Hoy, sigo sin poder explicarlo, lo único que sé es que es posible. Es posible amar a dos hijos con todo el amor de tu ser, a los dos los amas como a nada en el mundo, a los dos les agradeces que hayan llegado a tu vida. A mi Lailita hermosa, le doy infinitas gracias por acompañarnos, por ser hermana de Sofi, por hacerme experimentar por segunda vez este amor tan inconcebible; por tener una segunda vez un bebé tan pequeñito, tan hermoso. Gracias, mi niñita divina. Dejas a esta parlanchina sin palabras.

Falafel

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El día de hoy no hay diario musical ni divagación. Hoy voy a compartir la detallada, deliciosa y completísima receta que un buen amigo desconocido generosamente compartió, a su vez, conmigo; es su receta personal y le agradezco mucho. Se trata del falafel (mi platillo favorito en el mundo):

FALAFEL

  • 250g de garbanzo
  • 3 o 4 dientes de ajo picados
  • 1 puñado de perejil picado
  • 1 puñado de cilantro picado
  • Medio o 1 chile jalapeño picado (no toreado)
  • 2 cucharadas (cuchara sopera) de harina
  • 3/4 de cucharada (cuchara de te) de bicarbonato
  • 1 cucharada (cuchara de te) de comino molido
  • 1 cucharada (cuchara de te) de semillas de cilantro machacadas (pueden estas medio procesadas en la licuadora con una medida de agua del tamaño de un ristreto) *
  • 1lt de aceite vegetal Sal y pimienta molida.

* Si no encuentras las semillas de cilantro puedes usar semillas de girasol sin cáscara. Por la colitis yo suelo omitir la pimienta y la remplazo por salsa inglesa y le agrego otro puñado de albahaca picada sobretodo si no encuentro cilantro fresco

Dejar los garbanzos remojando en agua desde la noche anterior, calcular que el agua sobre pase los garbanzos por tres o cuatro dedos.

Moler hasta hacer puré de los garbanzos. Se puede hacer en licuadora o procesador de alimentos, es la parte más tediosa, trata de no usar agua para facilitar la tarea pues daña la consistencia del puré de garbanza.

Una vez listo el puré de garbanza mueles hasta puré el perejil, cilantro, chile y el ajo, y la albahaca si la usaste; junto con un par de cucharadas soperas del puré de garbanza, para facilitar la tarea puedes usar aceite de olivo, una medida del tamaño de un ristreto esta bien, mas una medida igual de agua de ser necesario.

Lista la mezcla de hierbas incorpórala al puré de garbanza junto con los demás ingredientes, la harina, el bicarbonato, el comino molido, las semillas machacadas, sal y pimienta al gusto. Para incorporar los ingredientes en una mezcla heterogénea puedes elegir entre una espátula de madera mediana o la mano, con la mano es divertido y a veces más rápido.

Una vez lograda una mezcla heterogénea en color y textura, extraes una porción del tamaño que alcances a tomar con el pulgar y dos dedos, para darle forma de bola de alrededor de 2 a 3.5cm de diámetro. Acumulas una cantidad suficiente de bolas en una charola o platón al tiempo que precalientas el litro de aceite vegetal con el fuego al máximo de poder de la hornilla. Para facilitar el moldear las bolas puedes humedecerte las manos en agua, de preferencia purificada, para evitar el efecto trufa donde la mezcla se desparrama en las palmas. En refrigeración y cubiertas, las bolas de mezcla cruda pueden durar hasta 24 horas.

Con cuidado sumerges las bolas en el aceite precalentado de una en una con una cuchara sopera. Inmediatamente habrá un efecto burbujeante en rededor del faláfel, puedes dejar en el aceite por un par de minutos para conseguir el colorcillo dorado o extraer enguanto el burbujeo disminuya, signo de que la mezcla se ha cocinado hasta el centro del faláfel. Con una espumadera puedes retirar los falafeles del aceite y acumularles en una charola sobre toallas de papel absorbente de cocina para que pierdan ahí el exceso de aceite. Para montar un plato con los falafeles listos se puede acompañar con ensalada, humus, jocoque o incluso combinar la ensalada, el jocoque y el humus con los falafeles dentro de un pan pita, en Walmart venden dos marcas buenas, Baalbeck y Libanius, yo prefiero Baalbeck pero Libanius tiene versiones más grandes el humus y el jocoque les encuentras en cualquier Walmart del sur de la ciudad o en el Superama o Chedraui de Polanco.

El faláfel es un gran bocadillo o hasta comida principal pero el garbanzo como cualquier leguminosa es peculiar y peligrosamente matapasiones, si se lo consume en exceso sin embargo tiene las siguientes cualidades

Esta leguminosa es rica en hidratos de carbono de absorción lenta, por lo que proporciona energía pero con unos niveles de azúcar en sangre muy controlados. Este efecto les hace que sean muy beneficiosos para los diabéticos que deben de controlar sus niveles de glucosa, así como prevenir la resistencia a la insulina, fase previa a la diabetes.

Pese a que las proteínas que aporta son incompletas, por ser deficitarias en metionina, su consumo junto con cereales (pan, arroz, etc) compensa el déficit en dicho aminoácido, convirtiéndose así, en una proteína de alto valor biológico, fundamental para aquellos grupos de población que consumen pocos alimentos de origen animal como son los vegetarianos.

Por tanto, su elevado contenido en carbohidratos y proteínas los hacen adecuados para niños, adolescentes, estado de astenia y para personas que realizan esfuerzo físico, como los deportistas.

Su alto contenido proteico y bajo en grasa, siendo la que contiene es rica en ácidos grasos insaturados, hace que esta leguminosa contribuya a regular los niveles de colesterol.

Por su riqueza en fibra, mantienen el intestino con buena actividad, favoreciendo el tránsito. Esto es importante para prevenir del cáncer de colón y recto y al mismo tiempo prevenir y mejorar el estreñimiento. También la fibra contribuye a reducir los niveles de colesterol.

Esta alta concentración de fibra no resulta adecuada para personas con tendencia a cumular gases en el estómago e intestino, o en personas que tengan el intestino delicado, para tales situaciones es mejor comerlos eliminándoles la piel, una vez cocinados. Dado su elevado contenido en magnesio, fósforo y vitaminas del grupo B, necesarios para el sistema muscular y nervioso, esta legumbre es adecuada en situaciones de estrés, irritabilidad, depresión nerviosa, nerviosismo y falta de sueño.

Por su elevado contenido en potasio y escaso en sodio se puede incluir en dietas de control de hipertensión arterial, litiasis renal y cuando se desee eliminar un exceso de ácido úrico. Además, presentan un marcado efecto diurético. Su riqueza en folatos los hace recomendables en el embarazo para prevenir deformaciones del feto.

Se debe tener precaución con los garbanzos en conserva ya que incluyen sal.

El amor

Nació mi hija Sofía y hasta ahora entiendo por qué siempre me decía mi mamá que debía tener al menos un hijo.

El primer recuerdo que tengo de ese día tan increíble es haber escuchado su llantito cuando la sacaron de mi panza. Fue un llanto quedito que para mí tuvo una familiaridad mágica, como si ya la hubiera escuchado antes, como si ya la conociera. Pregunté si era mi bebé la que lloraba-la anestesia local me tenía medio confundida-me dijeron que obviamente sí era mi bebé. Todos, sin excepción, en el quirófano comenzaron a decirme que era bellísima; que estaba muy güera-debo decir que yo nunca la vi güera, pero eso decían. La anestesista no dejaba de decirme lo bella que era. Yo sólo sonreía. Inmediatamente la colocaron en lugar de examinación; la limpiaron, midieron y zangolotearon. La vi por primera vez y yolví a preguntar si era mi bebé. Me parece que no podía creer que ella hubiera salido de mí, con todo y que la había estado cargando durante nueve meses, no podía creer que yo le hubiera dado vida. Un momento después la acercaron a mí y vi de cerca su carita. Es lo más hermoso que he visto en mi vida, en ese momento viví lo que era realmente la belleza. La nena estaba llorando, vi sus ojos enormes que me decían «¡¿Por qué me sacaron?!, ¡Qué cosa tan violenta!, ¡Qué frío!» Le di un beso y lloré de la emoción. Experimenté una felicidad inédita; un amor inmenso, inmediato, indescriptible.

El sonido de su llanto al salir al mundo y su cara viéndome por primera vez es lo más emocionante que me ha pasado en la vida.

Bienvenida al mundo mi amada Sofía.

Einstein on the Beach

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Esto no es una reseña, no sé escribirlas y estos textos dirigidos al anónimo los escribo para guardar un testimonio de un recuerdo que quizá mi mente en unos años será incapaz de traer a la memoria. Espero que no sea así, ya que he decidido que a partir de hoy, mi memoria será exacta, precisa y vasta.

Aunque debo admitir que incluso mi-hasta hoy-débil memoria, nunca podría borrar de sus registros la experiencia de haber presenciado un show como el que tuve la suerte de atestiguar el 9 de noviembre pasado. En primer lugar, la emoción de saber que Einstein on the Beach volvía a presentarse y que en la agenda estaba incluido México. Para comprender mi grado de emoción, debo puntualizar que dentro del universo operístico, Einstein on the Beach es una de mis diez óperas favoritas de todos los tiempos. Es una ópera que jamás pensé que pisaría este suelo infértil de música.

Ocurrió.

Ante mi sorpresa, el mismísimo Philip Glass venía a presentar su ópera prima a un lugar en el que no hay público para la ópera y mucho menos para ópera que no se mueve dentro de los confines del bel canto: coloraturas, sopranos ágiles, arias dramáticas, historias de amor. Toda la maravillosa producción operística que se hizo tan famosa el siglo pasado.

¡La locura repetitiva de Einstein on the Beach en México! Era literalmente increíble.

Así que nos dirigimos al recinto, listos para escuchar 5 horas de locura. Llegamos y la puerta estaba abierta, como lo estuvo durante todo el evento, ya que al ser tan larga, es necesario que la gente tenga libre entrada y salida, por cualquier cosa: brotes de neurosis, hambre, sed, ganas de ir al baño, etc.

Así pues, comienza la obra con el prolongado murmullo de los dos cantantes en escena. Dos escolares repitiendo números y haciendo movimientos extraños con las manos. El público sigue llegando, continúan buscando sus lugares; entran y salen. Los que llegaron antes siguen platicando con sus acompañantes, se escuchan risas, conversaciones, pero ya se nota una poco concurrida expectación latente de los que sí saben de qué se trata Philip Glass y esta ópera. Pocos somos los que ya estamos sentados, entrando sigilosamente en el trance en el que te sumerge la obra.

Poco a poco, el público comienza a entender que la ópera ya comenzó. Las señoras de peinados altos comienzan a guardar silencio, los jóvenes aventureros del arte también. Los hombres solos que se veían entre el público comienzan a cerrar sus periódicos y sus libros; los oficinistas que llegan corriendo, respiran hondo, aliviados de que lograron llegar a tiempo. Mientras, los fieles devotos de Philip Glass ya estamos inmersos en el ritmo, ya somos parte de la estructura musical de la obra.

Comienzan a salir los cantantes y los que llamaré bailarines. Entre todos empiezan a emitir los sonidos, empiezan a hacer los movimientos precisos y calculados del espectáculo. Su vestuario y arreglo es austero, evocando a Einstein mismo; todos uniformados con sencillez: pantalones con tirantes, camisas blancas, peinados recogidos y engominados. El escenario se mueve, entran y salen objetos geométricos. Entra la locomotora.

De repente, lentamente, todos dejan el escenario y, de pronto, vuelve a comenzar, sin interrupción, el siguiente Knee.

Después de una hora comienzan a salirse, apenadas pero aliviadas, las señoras de peinados altos. Los jóvenes aventureros, también salen pero regresan después de una hora o dos; uno que otro hombre de los que van solos, salen pero regresan inmediatamente. Los oficinistas y los fanáticos como yo, nos quedamos inmóviles las cinco horas.

Se observa un violinista que representa a Einstein tocando el violín como parte de la orquesta y así continúan las diferentes partes en las que se divide la obra. El juicio, los trenes, las coreografías, los novios que se hablan de amor.

Algo que debo resaltar son las coreografías. Aparentemente sencillas, con movimientos amplios y rápidos logran crear una sincronía perfecta con el ritmo y la estructura geométrica de la obra en general.

Magnífica ópera. No sirve de nada escucharla si no se presencia la puesta porque todo forma parte del acto, todo sirve a la estructura musical. Todo, en conjunto, hace la historia (sin que haya historia).

Salimos después de cinco horas maravillados por la manera en que Philip Glass y Robert Wilson crean esta obra maestra; toda la música, los sonidos que emiten los cantantes, la coreografía, las piezas del escenario, los movimientos de los bailarines, las luces y los símbolos, nos dan un vistazo total de lo que fue Einstein y sus descubrimientos.

No nos levantamos del asiento en cinco horas. Hoy, después de dos meses, apenas puedo entender todo lo que vimos esa tarde.

Éste video retrata muy bien cómo se vive esta ópera en vivo; los sonidos, el público, la atmósfera:

Y éste es una mini reseña mamona: